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Convirtiendo el "monstruo" en aliado : la evalución como herramienta de la gerencial social

By: MOKATE, Karen Marie.
Material type: materialTypeLabelArticlePublisher: Brasília : ENAP, jan./mar. 2002Subject(s): ADMINISTRAÇÃO SOCIAL | POLÍTICA PÚBLICAOnline resources: Acesso ao PDF Revista do Serviço Público - RSP 53, 1, p. 91-136Abstract: En el contexto de la gerencia social, la evaluación propone explorar de manera rigurosa y sistemática el cumplimiento de actividades, el uso de recursos, la entrega de productos o servicios y el logro de cambio sostenible, de tal forma que el diseño y la gestión de las iniciativas evaluadas se puedan ajustar, con el fin de asegurar que generen valor para la sociedad. A su vez, la gerencia social moderna consiste en una gerencia adaptativa de resultados, una gerencia de modificaciones de condiciones de vida, enfocada en los objetivos que motivaron su propia existencia. Una gerencia de esta naturaleza juzga las iniciativas por el cumplimiento de sus objetivos sociales; los gerentes tienen incentivos naturales para manejar información sobre el cumplimiento de dichos objetivos. Dependerán de información sobre el cambio en condiciones de vida para pautar y guiar sus actividades gerenciales. Por lo tanto, la evaluación parece ser un instrumento sine qua non de la gerencia adaptativa y enfocada en resultados. Forma parte integral del proceso de gestión y fácilmente se podría entender como una herramienta de la gerencia social – un aliado de los gerentes sociales. No obstante, en la gerencia tradicional de iniciativas sociales, la evaluación se ha percibido más como una amenaza: un “monstruo” poco querido por los gerentes y equipos gestores. Se suele percibir como una fiscalización externa que no necesariamente arroja información útil u oportuna. Este texto explora las razones por las cuales la evaluación conlleva esta imagen de monstruo, enfocando particularmente en el enfoque tradicional de las evaluaciones, dirigido a objetivos programáticos u operativos; también en los actores y la oportunidad de las evaluaciones convencionales. Para facilitar la transformación de la evaluación en un aliado que promueve el aprendizaje y fortalece la gerencia, el primer desafío que hay que enfrentar consiste indudablemente en explicitar lo que queremos lograr (y, por tanto, explicitar lo que queremos evaluar). La especificación del marco conceptual de la iniciativa social que se propone evaluar, en forma de una jerarquía de objetivos interrelacionados, no sólo permite definir los procesos evaluativos, sino también constituye un insumo clave para orientar la gerencia de las iniciativas. La superación de ese primer desafío, por si solo, consolida y fortalece los procesos gerenciales y evaluativos. El texto propone que el proceso de evaluación se fortalece en la medida en que se superen tres desafíos adicionales: • La superación de la brecha — tanto real como percibida — entre lo “cuantitativo” y lo “cualitativo” en la especificación de objetivos y la evaluación. • La identificación y concertación de indicadores e informaciones relevantes, tomando en cuenta el marco conceptual y las diversas perspectivas e intereses asociados con los resultados y las relaciones causales esperados. • La definición y manejo efectivo de flujos de la información generada por el proceso evaluativo y la introducción de estrategias e incentivos que promueven el uso de dicha información. Al avanzar en estas áreas, se puede ir construyendo un proceso evaluativo que nutre y apoya el proceso gerencial y que alimenta al proceso decisorio de valiosa información
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En el contexto de la gerencia social, la evaluación propone explorar de manera rigurosa y sistemática el cumplimiento de actividades, el uso de recursos, la entrega de productos o servicios y el logro de cambio sostenible, de tal forma que el diseño y la gestión de las iniciativas evaluadas se puedan ajustar, con el fin de asegurar que generen valor para la sociedad. A su vez, la gerencia social moderna consiste en una gerencia adaptativa de resultados, una gerencia de modificaciones de condiciones de vida, enfocada en los objetivos que motivaron su propia existencia. Una gerencia de esta naturaleza juzga las iniciativas por el cumplimiento de sus objetivos sociales; los gerentes tienen incentivos naturales para manejar información sobre el cumplimiento de dichos objetivos. Dependerán de información sobre el cambio en condiciones de vida para pautar y guiar sus actividades gerenciales. Por lo tanto, la evaluación parece ser un instrumento sine qua non de la gerencia adaptativa y enfocada en resultados. Forma parte integral del proceso de gestión y fácilmente se podría entender como una herramienta de la gerencia social – un aliado de los gerentes sociales. No obstante, en la gerencia tradicional de iniciativas sociales, la evaluación se ha percibido más como una amenaza: un “monstruo” poco querido por los gerentes y equipos gestores. Se suele percibir como una fiscalización externa que no necesariamente arroja información útil u oportuna. Este texto explora las razones por las cuales la evaluación conlleva esta imagen de monstruo, enfocando particularmente en el enfoque tradicional de las evaluaciones, dirigido a objetivos programáticos u operativos; también en los actores y la oportunidad de las evaluaciones convencionales. Para facilitar la transformación de la evaluación en un aliado que promueve el aprendizaje y fortalece la gerencia, el primer desafío que hay que enfrentar consiste indudablemente en explicitar lo que queremos lograr (y, por tanto, explicitar lo que queremos evaluar). La especificación del marco conceptual de la iniciativa social que se propone evaluar, en forma de una jerarquía de objetivos interrelacionados, no sólo permite definir los procesos evaluativos, sino también constituye un insumo clave para orientar la gerencia de las iniciativas. La superación de ese primer desafío, por si solo, consolida y fortalece los procesos gerenciales y evaluativos. El texto propone que el proceso de evaluación se fortalece en la medida en que se superen tres desafíos adicionales: • La superación de la brecha — tanto real como percibida — entre lo “cuantitativo” y lo “cualitativo” en la especificación de objetivos y la evaluación. • La identificación y concertación de indicadores e informaciones relevantes, tomando en cuenta el marco conceptual y las diversas perspectivas e intereses asociados con los resultados y las relaciones causales esperados. • La definición y manejo efectivo de flujos de la información generada por el proceso evaluativo y la introducción de estrategias e incentivos que promueven el uso de dicha información. Al avanzar en estas áreas, se puede ir construyendo un proceso evaluativo que nutre y apoya el proceso gerencial y que alimenta al proceso decisorio de valiosa información

RSP jan./março de 2002

ano 53 número 1 2002

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